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Sociedad del Sagrado Corazón
Desde la intuición original de Magdalena Sofía Barat las Religiosas del Sagrado Corazón buscan descubrir y manifestar el amor del Corazón de Jesús. Reunidas en comunidad están llamadas a anunciar el Evangelio y abrir caminos para la justicia, la esperanza y una vida más humana para todos.
La Congregación de Religiosas del Sagrado Corazón es internacional desde sus orígenes. Están presentes en los cinco continentes, lo que supone una enorme y rica diversidad religiosa, geográfica y cultural puesta al servicio de la misión común de manifestar el amor de Dios al mundo. Este camino de internacionalidad es un desafío y una oportunidad para encarnar de múltiples formas y con diversos rostros el amor de Jesús.
Hay tres valores que, desde el inicio, están en el corazón del carisma y la vocación de la Congregación:
- La vida en comunidad donde, reunidas en torno a Jesús, las religiosas comparten lo que son y tienen y son enviadas a anunciar el Evangelio.
- Una vida plenamente contemplativa en la que viven un encuentro personal con Jesús y en la que aprenden a mirar la realidad con su misma mirada y sus mismos sentimientos.
- Una vida plenamente apostólica que las impulsa a salir al encuentro de los otros para comunicar el amor del Corazón de Jesús, encarnado en gestos sencillos y concretos.
Hoy la vocación educadora, que también desde los inicios ha ido configurando la sociedad del Sagrado Corazón, toma rostros variados que permiten caminar junto a niños, jóvenes y adultos.
Las religiosas desean compartir su espiritualidad del corazón, convencidas de que tiene mucho que decir al mundo de hoy y quieren hacerlo de una forma especial con los jóvenes, uniendo esfuerzos para construir un mundo conforme al Reino de Dios, creando espacios de encuentro con el Dios de la Vida y donde se pueda mirar el mundo a través del Corazón traspasado de Jesús para comprometerse para que todos tengan vida.
Mater Admirabilis
Mater Admirabilis: Madre Admirable, también conocida como «La Madona del Lirio»
El Monasterio de la Trinidad del Monte, Roma fue fundado en el siglo XV por San Francisco de Paula, General de la Orden de los Mínimos. En 1828 se le entregó a las Religiosas del Sagrado Corazón, de acuerdo a los deseos del Papa León XII. La Trinidad del Monte se convirtió en centro de irradiación de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, en santuario mariano y centro educación para la juventud.
En 1844 una joven francesa, Paulina Perdreau, más tarde religiosa del Sagrado Corazón, manifestaba a la Rda. Madre de Coriolis, Superiora de la Trinidad, el deseo de «hacer venir a la Santísima Virgen» pintando su imagen en uno de los muros del claustro. La Rda. Madre dudó porque la joven no conocía el arte de pintura al fresco. Pero al final le concedió el permiso. La joven no cesó de invocar la asistencia de la Virgen María. El resultado fue la pintura que admiramos hoy. Se llamó «La Madona del Lirio» (el lirio es signo de pureza también relacionado con San José) hasta el 20 de Octubre de 1846, día en que el Papa Pío IX, al visitar el monasterio y viendo la imagen exclamó: «Verdaderamente es Mater Admirabilis», título que ostenta hasta este día.
Los milagros empezaron en Noviembre del mismo año con la curación de Monseñor Blampin, Misionero de la Congregación del Corazón de María. Recobró su voz totalmente perdida. El 20 de Octubre de 1849, el Santuario fue enriquecido con indulgencias y se autorizó el celebrar en esa fecha cada año la fiesta de Mater Admirabilis.
Una de las gracias mas especiales que allí se reciben es un llamamiento a la vida interior. Junto a la Virgen, las palabras de la salutación angélica adquieren toda su plenitud: «Ave, gratia plena, Dominus tecum». Entre los peregrinos a la capilla se encuentran muchos santos, entre ellos, Sta. Magdalena Sofía Barat, fundadora de la Sociedad del Sagrado Corazón; San Juan Bosco, Santa Teresa del Niño Jesús, San Pío X, San Vicente Pallotti y Don Orione. El Papa Pío IX con mucha frecuencia confiaba a Mater Admirabilis los asuntos de su Pontificado.
Si quieres conocer el significado de cada detalle de este cuadro, haz click en la imagen.
Oración a Mater Admirabilis.
¡Oh Madre Santísima de Jesús!, venimos a Vos como a la fuente viva que refrigera, como a la llama que calienta, como a la aurora que disipa las tinieblas, como a la Madre siempre atenta a las necesidades de sus hijos.
¡Oh Madre Admirable!, hay horas, en que el camino de nuestra vida es duro, No es fácil andar siempre con paso igual en el camino del deber.
No es fácil amar al prójimo, nuestro hermano, como Jesús quiere que lo amenos.
No es fácil conservar un alma serena en medio de las vicisitudes de la vida.
No es fácil amar a las criaturas y reservarse para Dios.
No es fácil hacerse pequeño y humilde cuando el orgullo relama.
No es fácil ir caminando hacia el Dios de luz por caminos llenos de sombra.
Hay días en los que todo es carga. Pero Vos, oh Madre Admirable, hacéis todo fácil. Y sin embargo, no quitáis el sacrificio de nuestros caminos, como Dios tampoco lo quitó del vuestro, pero facilitáis el esfuerzo haciendo que crezca el amor. El amor siempre vencedor en Vos, os hizo decir en el umbral de vuestro destino: «Fiat mihi secundurn Verbum tuum». Esta palabra de adhesión al amor que os guiaba, jamás la retirasteis. Jamás os rebelasteis ante el sufrimiento, sino que ofrecisteis a su acción un alma mansa y humilde. entregada a Dios.
¡Oh María!, que vuestro ejemplo sea mi fuerza. Haced que todo sea fácil en mi vida, no suprimiendo toda pena. sino por un amor generoso, siembre mayor que la pena.
¡Oh Madre dulcísima!, dadme un corazón lleno de fortaleza; y si veis que mi amor se apaga pronto, os suplico, dad a vuestra(o) hija(o) un poco del vuestro y repetidle la lección del verdadero amor.
Santa Rosa Filipina
Rosa Filipina Duchesne nació en Grenoble, Francia, en 1769. Se preparó para la primera comunión en el cercano convento de la Visitación, y poco después, el deseo de entregar su vida a Dios la impulsó a unirse a esta comunidad de la Visitación, orden contemplativa de clausura, a pesar de su deseo de servir a Dios en tierras de misión. Después de la revolución francesa, su convento fue cerrado por el gobierno. Durante diez años Filipina asistió a los indigentes de Grenoble y al mismo tiempo se preguntaba qué quería Dios de ella.
En 1804 a Magdalena Sofía Barat le hablaron de Filipina Duchesne, mujer de cualidades naturales y espirituales poco frecuentes. Su primer encuentro fue el inicio de una profunda amistad. Filipina se unió a la Sociedad del Sagrado Corazón, y su deseo de llevar a Dios a tierras lejanas se realizó en 1818 cuando ella y cuatro compañeras zarparon rumbo al Nuevo Mundo. Su gran anhelo era trabajar entre los indios de América, pero tuvo que esperar 23 años para ir a vivir entre los Potowatomies. Antes de realizar este deseo de su corazón, Filipina había fundado el primer Colegio Católico al oeste del Mississippi y vio con gozo cómo la Sociedad del Sagrado Corazón se difundía por los Estados Unidos.
La vida en las fronteras conllevaba un enorme desgaste tanto físico (hambre, frío, pobreza, enfermedad) como psicológico (dificultades debidas a las distancias y la comunicación, cartas que a veces tardaban seis meses o más). Filipina nunca creyó tener el don de liderazgo y en 1852 muere pensando que su vida había sido un fracaso. La historia revela lo contrario: los americanos vieron en ella “la mujer que siempre reza»; los colegios que fundó forman parte de la red de colegios del Sagrado Corazón extendida por todo el mundo; y la Sociedad del Sagrado Corazón sigue siendo una comunidad internacional, unida a través de los cinco continentes tanto por las relaciones humanas como por una espiritualidad y misión comunes.
Santa Magdalena Sofía Barat
Magdalena Sofía Barat nació en 1779 en Joigny, Francia, mientras que un incendio causaba estragos en las casas de alrededor. Realmente “hija del fuego”, el corazón de Sofía fue seducido por Dios desde muy temprana edad, y se sintió atraída a una vida de oración contemplativa. Al mismo tiempo se dio cuenta de que la Francia postrevolucionaria necesitaba urgentemente ser reconstruida por medio de una educación rigurosa y viviendo la espiritualidad del Corazón de Cristo. Sofía y cuatro compañeras suyas hicieron sus primeros votos en 1800, y adoptaron un modo de vida religiosa que combinaba la contemplación y el apostolado, y en la que ambos aspectos se apoyaban mutuamente. «Descubrir y manifestar el Corazón de Cristo» sigue siendo hoy día la misión de la Sociedad del Sagrado Corazón.
Además de su absoluta pasión por Dios, Magdalena Sofía Barat tenía otras muchas cualidades: guía espiritual excepcional ayudó a muchos otros a descubrir y profundizar su relación con Dios; educadora intuitiva, insistió en que quienes iban a formar a otros tenían que cultivarse ellos mismos tanto en conocimientos como en virtud; administradora de talento, en el momento de su muerte en 1865, vio que su pequeña Sociedad contaba con más de 3500 miembros agrupados en comunidades extendidas por muchos países de Europa, de América del Norte y del Sur y de África.
Magdalena Sofía Barat fue canonizada en 1925.